¿Quién dijo que perdonar fuera fácil? Pocos seres humanos han sido tan unánimemente considerados monstruosos en los últimos años como el belga Marc Dutroux y su mujer, Michelle Martin. La historia es sabida y no vamos a volver a ella. Baste recordar que el primero, con la complicidad de la segunda, torturó y violó a seis niñas, de las que mató a cuatro. El caso fue escandaloso también por los errores de la investigación y los fallos de la justicia, y la sociedad pidió un castigo ejemplar. Hoy, Dutroux, condenado a cadena perpetua, vive aislado en una celda de máxima seguridad.
Pero su compañera, sentenciada a 30 años en 2004, salió de la cárcel este verano, con los consiguientes dolor de las víctimas y malestar ciudadano. La condición para su puesta en libertad era tener un lugar seguro donde instalarse. Tanto ella como las autoridades lo intentaron, pero no hubo manera. Michelle no tiene familia y ningún centro de reinserción para mujeres quiso admitirla. También probaron en casas de acogida de los países vecinos, donde pudiera pasar más desapercibida. Sin éxito.
Como José y María en Belén, solo encontraron un lugar dispuesto a aceptarla: el convento de clarisas de Malonne, pequeña localidad de 5.000 habitantes al sur del país. La decisión fue largamente debatida en el seno de esta comunidad de doce monjas: «No fue sencillo. Hemos madurado nuestra decisión largo tiempo. Es un desafío para nosotras, que estamos angustiadas por el horrible sufrimiento de las víctimas y de sus familias. Al final hemos llegado a la convicción de que había que decir que sí a la petición que nos hacían, por la tradición de hospitalidad y por el principio de misericordia, con dos condiciones: que se respete íntegramente la justicia y que se demuestre que no hay riesgo de reincidencia», dijo Sor Cristina, la abadesa, en un comunicado.
“Somos conscientes de la repercusión de esta decisión en la opinión pública, pero pensamos que nadie ganará en nuestra sociedad si a la violencia respondemos con la violencia, creando una bola de nieve. Tenemos la convicción profunda de que encerrar definitivamente a esta persona en su pasado delictivo y empujarla a la desesperanza no es útil para nadie y sería, al contrario, un paso atrás para la sociedad”, explicó.
Lamentablemente, no se han entendido sus razones. Desde entonces, la pequeña comunidad ha perdido la paz de que gozaba. Las monjas cargan con la animadversión de la población de Malonne, y periodistas y manifestantes asedian a todas horas el monasterio, que ahora cuenta con fuertes medidas de seguridad. Ni siquiera han recibido el respaldo de la iglesia de su país; vista la oposición popular, el arzobispo de Malinas-Bruselas, monseñor André-Joseph Leonard, prefirió desentenderse del asunto, limitándose a señalar que era “una decisión exclusiva de las hermanas”.
A ellas, las fuertes críticas no las han hecho dudar. Pero sí han decidido a la familia franciscana a intervenir públicamente para recordar, de forma más alta, firme y contundente, que las monjas solo “llevan a cabo un gesto valiente en nombre del Evangelio”. En estos días de preparación para recibir a El que ha de venir, las palabras del provincial franciscano de Francia-Oeste, Benoît Dubigeon, merecen ser citadas in extenso:
“Podría parecer contra natura acoger la compañía de una persona que ha cometido tales horrores. Por supuesto, el calvario de las víctimas, el dolor de sus familias no se pueden eliminar. Pero nos parece extremadamente precioso que existan lugares en los que una persona, que ha purgado su pena y cuya capacidad de reinserción desea verificar la justicia, pueda ser acogida, incluso si ha cometido crímenes abominables.
El mismo San Francisco de Asís se acercó a personas retorcidas, a criminales, y les tendió la mano, señalando así la dignidad de toda persona humana. Las clarisas no hacen más que prolongar ese gesto. Acoger a una persona no es aprobar lo que ha hecho, sino simplemente reconocer que es nuestra hermana en humanidad. ¿Rechazar a alguien no es rechazarnos a nosotros mismos?”
Rechazar a la prójima
Usted siempre sembrando la controversia…
Tendré que reflexionar, porque no tengo clara mi postura en este asunto.
Un artículo muy interesante
Rechazar a la prójima
Gracias por la reflexión, por acercarme a esta realidad del perdón.
Es Evangelio puro… cuando hablamos de radicalidad, de amar también a los enemigos… ¿Qué pensamos? Creo que esto nos ayuda a ser valientes también en otros ordenes de la vida… ¿A caso Zaqueo no era algo así? Gracias
Rechazar a la prójima
Da un poco de escalofrio pensar que una persona no encuentre un lugar en el mundo donde sea acogida por muy mala que haya sido. Me pregunto si no es eso el infierno. Felictaciones a esas hermanas por su valor y por ser testigos de la misericordia.