“Hay alternativa al capitalismo: un socialismo de mercado es posible”

Foto: Mikel SainzAntoni Comín i Oliveres (Barcelona, 1971) es licenciado en filosofía y ciencias políticas y profesor de ciencias sociales en ESADE. Ha sido diputado en el Parlamento de Cataluña por el PSC. Miembro de la Fundación Alfonso Comín y del Centro Cristianismo y Justicia. Su último libro se titula Democracia Económica. Hacia una alternativa al capitalismo.

¿Utopía y transformación social van de la mano?

La izquierda, desde que existe, tiene el reto de equilibrar su vocación utópica con la práctica realista. La utopía sin posibilidad de ser realizada no es transformadora. Y la práctica que no tiene algún horizonte utópico tampoco es transformadora. Este es un reto difícil y de él está muriendo la izquierda. Bien una izquierda que no acierta por utópicamente bienintencionada, como otra que se pasa por miopemente pragmática. En el momento actual, la pregunta sobre si es posible un sistema económico distinto coloca este tema en sus términos exactos porque, al comienzo de este siglo XXI, la izquierda vive atrapada entre las lecciones que nos ha dado la historia.

¿Qué lecciones nos ha dado la historia moderna?

Una lección clara -que en el siglo XIX explicaron Marx, los socialistas utópicos y los anarquistas y ya en el siglo XX los personalistas- es que el capitalismo es incompatible con los valores de la Ilustración en los que se concreta la justicia social a lo largo de la modernidad. Una sociedad justa es una sociedad de personas libres, iguales y fraternas. El capitalismo es un gran aborto de la modernidad porque traiciona e imposibilita estos ideales y la crisis actual nos está demostrando otra vez que no es posible un capitalismo con justicia social. Pero en el siglo XX aprendimos otra lección, que tiene como fecha simbólica 1989 -el momento de la caída del muro de Berlín- y es el fracaso de la estatalización completa del sistema económico, prescindiendo del mercado. Esa no es la alternativa a un capitalismo injusto, porque una economía enteramente planificada, centralizada y sin mercado plantea problemas estructurales en economías desarrolladas y complejas: es imposible técnicamente coordinar de manera eficiente a los agentes económicos desde el poder político. Pero, además, el colapso de un sistema económico sin mercado, como fue el de la Unión Soviética y los “países del Este”, no solo tiene que ver con cuestiones de eficiencia, sino también con problemas de tipo político y moral. Ha quedado manifiesto que la concentración de todo el poder económico en unas únicas manos, las de Estado, acaba llevando a la concentración del poder político, cultural e ideológico. La estatalización plena es una puerta abierta al totalitarismo.

¿Por qué razones el capitalismo produce estructuralmente injusticia?

El sistema capitalista es una máquina que produce, a la par, riqueza y desigualdad, por la mala distribución de esa riqueza. Dado que en el capitalismo la mala distribución es una condición de la producción, este sistema produce simultáneamente riqueza y desigualdad, lo hace de manera inevitable. Si tenemos en cuenta las aportaciones que ha hecho la filosofía política contemporánea –tanto la corriente liberal igualitarista como la corriente de perfil más socialista- podemos saber cuáles son los principios mínimos en los que se basa la idea de la justicia social en sociedades democráticas como las nuestras. Yendo a los mínimos más mínimos, hay de entrada una idea básica, que es la de igualdad de oportunidades; luego está la idea de que las desigualdades respondan a alguna razón justa –que tengan una justificación meritocrática, que deriven del esfuerzo-; Rawls iba más allá y defendía que las desigualdades, para ser justas, tenían que servir para mejorar la posición de los que están más abajo en la sociedad (el llamado “principio de diferencia”); y luego está la idea de que en las organizaciones en las que nos desenvolvemos no haya dominación, es decir, que quien manda tenga legitimidad para hacerlo o, dicho de otro modo, que quien manda haya estado legitimado por aquellos a quienes manda –es decir, que haya una legitimación democrática.

El capitalismo, cualquier capitalismo -por regulado que sea, por mejorado que sea, por muy social que sea- incumple reiteradamente todos estos principios. No hay igualdad en el acceso a la propiedad del capital ni puede haberla. El capitalismo tiende a concentrar el capital en pocas manos. Por esto, Mounier ironizaba cuando decía que la “propiedad privada (de los medios de producción)” era la propiedad de la que unos pocos privaban a la mayoría. Los mercados financieros son, pues, estructuralmente injustos porque atentan contra la idea de igualdad de oportunidades en el acceso al capital financiero. Pero también las desigualdades que genera el mercado de trabajo en muchísimos casos atentan contra el principio de justicia. Por último, en el capitalismo las empresas no son sociedades de personas, de trabajadores, sino sociedades de capital. Y esto significa que quien manda está en representación del capital, no de aquellos a quienes manda, no está en representación de los trabajadores. Por tanto, en las empresas capitalistas el poder no tiene legitimidad democrática: son organizaciones en las que, técnicamente, hay “dominación” –en el sentido en que la filosofía política republicanista utiliza este término.

¿Qué concluyen hoy las ciencias sociales?

Por un lado, que la democracia se lleva mal con la planificación centralizada y que la libertad y el pluralismo político requieren pluralismo económico, es decir, requieren un mercado con libre competencia. Por otro, que la propiedad privada del capital financiero es incompatible con una idea mínimamente ilustrada de lo que son las desigualdades aceptables y tiende a la concentración del poder económico en manos de una oligarquía financiera que amenaza a la libertad y a la justicia de la inmensa mayoría. Con la crisis lo hemos visto claramente.

¿Están de acuerdo en eso pensadores liberales y marxistas?

En las dos últimas décadas, tras la implosión del sistema del Este y la mundialización de la economía, ha sucedido que en la reflexión académica los más importantes pensadores de filosofía política, liberales igualitarios y marxistas analíticos, han llegado a idéntica conclusión: “El capitalismo es incompatible con los ideales de libertad y de justicia; pero el comunismo estatalista también”. Citaré a los dos más representativos: John Rawls, representante de un liberalismo igualitario y Eric Olin Wrigth, entre los marxistas analíticos. Los liberales reconocen que la propiedad privada del capital es un problema desde el punto de vista de la justicia; y los marxistas entienden que el mercado es imprescindible. Por tanto, necesitamos un sistema de mercado pero no capitalista, este sería el punto de encuentro entre ambos. Y, además, necesitamos que cualquier propuesta de un sistema nuevo sea realista, viable. Al respecto de esto, Rawls dice que “solo debemos pensar alternativas al capitalismo que sean compatibles con la naturaleza humana”, es decir, que tengan en cuenta todo lo que las ciencias sociales nos han contado acerca de qué es el ser humano, a lo largo de los últimos siglos, que no ignore las lecciones aprendidas del derecho, la psicología, la antropología y las ciencias sociales.

Pero, ¿estamos ante un callejón sin salida?

No queremos el capitalismo y necesitamos el mercado. Pero puede haber un sistema de mercado no capitalista. Un socialismo de mercado es posible. Vendría a ser un sistema de mercado, pero basado en la propiedad social del capital y en la organización democrática de las empresas. Cuando decimos “Democracia Económica” nos referimos a esto: a una propuesta concreta de socialismo de mercado, que mantenga lo bueno del capitalismo -la productividad, la competencia, el progreso tecnológico, la eficiencia- pero acabe con lo malo –la desigualdad injusta. ¿Lo veremos? No lo sé. Lo que sí sé es que, si llega, será por medio de una transición lenta, muy lenta. ¿Cuántos siglos tardamos en pasar de la economía feudal al primer capitalismo comercial? ¿Tres, cuatro? Pues si hubiese transición del capitalismo al socialismo de mercado, lo normal sería que nos llevarse uno o dos siglos.

¿Cuáles son las transformaciones necesarias?

Al lado del avance hacia la “Democracia Económica” existe el reto de globalizar el Estado del bienestar. La globalización económica ha laminado gravemente las políticas fiscales y las políticas laborales en las que se basaba este modelo social; un modelo que, por cierto, solo han llevado hasta sus últimas consecuencias los países nórdicos: ¡ya me conformaría con tener un Estado del bienestar como el de los nórdicos! Hay que reconstruir el Estado del bienestar y la única manera de hacerlo es que el espacio de la política (de la democracia) sea equivalente al espacio de la economía (del capitalismo). Por lo tanto, si los mercados son globales, habrá que ir globalizando la política –la política fiscal, la política laboral, etc. En nuestro caso, globalizar quiere decir Europa. Retomar el programa reformista keynesiano o socialdemócrata significa, en esta área del mundo donde vivimos, construir la Europa política: no podemos hacer una Europa social sin una Europa federal, sin un gobierno europeo, como los Estados Unidos tienen un gobierno federal. Con la crisis se está viendo perfectamente que es imposible una moneda única que no tenga un gobierno económico común; y no podemos hacer la Europa federal sin la Europa democrática, sin un gobierno y un presidente de esa federación legitimados por elección democrática.

¿Y en la práctica diaria y a nuestro alcance?

¿Hay ya en nuestra realidad experiencias económicas, más o menos alternativas, que apunten en la línea del socialismo de mercado? La respuesta es sí. Está la economía social, las cooperativas, todas las formas de empresas democráticas; está la banca ética, están los movimientos de consumo responsable. Todo esto conforma una realidad plural, dispersa, fragmentaria y también minoritaria. Pero existe y funciona. Tenemos dos retos: intentar integrar esta realidad dispersa en una red común, coherente, articulada. Si lo conseguimos, habremos creado lo que algunos llaman el “mercado social”. El segundo reto: hacer crecer el mercado social. ¿Cuál es el potencial de sustitución del “mercado social” en relación a la economía capitalista tradicional? Esta es la pregunta clave. Hay quien piensa que, por definición, es muy limitado. Hay quien piensa que es infinito, del 100%. Desde mi punto de vista, lo más científico es decir que el potencial de sustitución es incierto. Y que solo desde la praxis nos puede contestar esta pregunta clave.

Lo más interesante de todo, sin embargo, es que el crecimiento del mercado social depende fundamentalmente de nosotros –de los ciudadanos, debidamente organizado, de la sociedad civil-. No depende tanto de las instituciones –que también pueden ayudar- como de nosotros. Es la sociedad civil, necesariamente, quien hace de maquinista en este tren. Por esto, a la “Democracia Económica” yo la llamo, también, “socialismo de los ciudadanos” –a diferencia de los socialismos del siglo XX, tanto el comunista como el socialdemócrata, que creían sobre todo en el Estado como agente de transformación del sistema económico. En el siglo XXI, si avanzamos hacia un modelo más socialista será por lo que hagamos nosotros –como trabajadores, como ahorradores, como consumidores-. El cambio depende fundamentalmente de nuestra acción cotidiana.

Democracia económica, alternativa al capitalismo

En las postrimerías del siglo XX, con la implosión del socialismo de planificación centralizada y la confirmación de que el mercado es una institución necesaria para la prosperidad económica, se extendió la idea de que el capitalismo era la única opción razonable para todos y cada uno de los países del planeta. Pero las más acreditadas teorías de la justicia de las últimas décadas permiten confirmar la intuición central del pensamiento socialista desde sus orígenes: el capitalismo no es capaz de satisfacer de manera suficiente los más básicos e innegociables principios de la justicia social y difícilmente lo será nunca.
Han sido varios los intentos de pensar sistemas de mercado alternativos, no capitalistas: sistemas de “socialismo de mercado”, tan eficientes como el capitalismo desde el punto de vista productivo, pero que superen sus injusticias distributivas. Sistemas que intenten hacer compatibles los ideales de libertad, igualdad, democracia, realización humana y sostenibilidad, con el progreso tecnológico, la mejora de la productividad y un nivel de crecimiento económico libremente elegido. La democracia económica es una sólida propuesta concreta en esta dirección. A. C.

Autoría

3 comentarios en «“Hay alternativa al capitalismo: un socialismo de mercado es posible”»

  1. “Hay alternativa al capitalismo: un socialismo de mercado es posible”
    Buena tarde:

    Licenciado Antoni Comín y Rafael San Román
    Sus palabras me parece de lo más viable en la actualidad, ya que tratar las alternativas al capitalismo, es querer mejorar el mercado y obtener el mejor bienestar social para la sociedad; no solo en nuestros países de nacimiento, si no globalmente.
    Sus afirmaciones e ideas son de lo más acertadas, y estoy de acuerdo que las políticas fiscales y sociales, son las mas dañadas en todos los países, por parte de la política económica, que es la que debe buscar el crecimiento económico y desarrollo de un país, principalmente por medio de estas políticas, las cuales los representantes de las toma de decisiones de las políticas públicas, las moldean a la conveniencia de unos pocos y no para la sociedad civil, por tal motivo se da la desigualdad en muchos países, y tratar de encontrar una democracia económica es difícil por que la sociedad civil, se siente en muchos países opresiva y cuando trata de volcar el mandato de estos tomadores de decisiones irracionales, no es escuchada como debe de ser.
    Considero que la sociedad busca el cambio, pero la burocracia de los países impide que la gobernanza de la cual mucho se habla o de un nuevo institucionalismo, tiene arraigado a la burocracia.
    las teorías, modelos o mecanismos se deben tomar lo mejor de cada una para que los actores sociales: gobierno, empresas y sociedad, encontremos una democracia económica o social.
    Reciba un cordial saludo.

  2. “Hay alternativa al capitalismo: un socialismo de mercado es posible”
    Me parece que las propuestas que se plasman en este artículo son aquellas que nos van a dejar algo como seres humanos, yo siempre he dicho que el capitalismo y el comunismo o socialismo no se tienen que ver como sistemas contrarios, si no, como sistemas que se pueden complementar y colaborar para logar una sociedad justa, libre, igualitaria y fraterna.

    ¡muchas felicidades!

  3. De acuerdo 100% con usted,pero me gustaria saber con mas detalle como logra llegar al socialismo economico,que medidas economics y politicas cree que son necesarias.Saludos

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