El 25 de octubre de 1982 se estrenaba en la parrilla de TVE un nuevo programa llamado Pueblo de Dios y lo hacía con un reportaje sobre Maximiliano Kolbe que llevaba por título «El preso 16.670». Desde entonces no ha faltado a la cita semanal con el público a lo largo de 30 años. Tres décadas más tarde, el programa se ha convertido en uno de los más veteranos de TVE.
El primer director fue el sacerdote y escritor José Luís Martín Descalzo. A su muerte, asumió la dirección el carmelita Eduardo Teófilo Gil de Muro, luego vino el dominico José Luís Gago y, desde el año 2000, el director es Julián del Olmo.
El programa es el resultado del trabajo y la ilusión de un gran equipo que, año tras año, hemos ido poniendo lo mejor de nosotros mismos. Hemos visitado 63 países y hecho cientos de miles de kilómetros recorridos por tierra, mar y aire para mostrar lo que tanta buena gente como hay en todo el mundo hacen por Dios y por los pobres.
En los tiempos de la globalización, donde parece que todo está a nuestro alcance, aún existen lugares casi inaccesibles. Todavía hay rincones en este mundo ancho y ajeno, lejos de todo y de todos. En algunos de ellos hemos estado. Recuerdo a Daniel Villaverde, un misionero comboniano. Un gallego que llevaba años en Kenia y había estado en la región norteña de los turkana. Volvió con nosotros para acompañarnos en aquel viaje a través de esa región desértica llena de espinos en el norte de del país. La noticia de que volvía el padre Daniel corrió como la pólvora y cuando nuestro coche se acercó a uno de los poblados una nube de arena nos anunció lo que iba a pasar. Las gentes habían salido a recibir al comboniano, bailando y cantando y, cuando llegamos a su altura, lo sacaron del coche y se lo llevaron a hombros hasta la choza que hacía las veces de capilla. Aquella imagen la hemos usado muchas veces como ejemplo del cariño de la gente por los misioneros.
En estas tres décadas hemos llegado a espacios habitados por hombres y mujeres prendidos a sus culturas, a sus raíces, a la tierra donde crecieron y aún viven. Cientos de poblados y comunidades repartidos por los cinco continentes nos acogieron con los brazos abiertos y nos ofrecieron la mejor versión de la hospitalidad. Otro ejemplo es la tribu karimoyón, vecina del pueblo turkana pero al otro lado de la frontera, en el noreste de Uganda. Allí nos encontramos con Paulina López Ridruejo, una religiosa del Sagrado Corazón, conocida por su nombre local: “nakiru”, es decir, la que vino con la lluvia. De esto hace ya 40 años y Paulina me reconocía que esta gente es su segunda familia y que quiere morir allí, enterrada como una karimoyón más.
Karamoya sigue siendo una región insegura y con altos índices de violencia. Tradicionalmente, el pueblo karimoyón ha practicado las “razzias”, es decir, las incursiones para robar ganado a otros clanes o a otros pueblos. Esta práctica, desde que entraron en escena las armas de fuego, está trayendo consecuencias mucho peores. Paulina sabe bien de esas consecuencias y lleva años trabajando, desde su discreto papel, contra la violencia. Para ello, creó un grupo por la paz con mujeres de la tribu porque se dio cuenta de que los hombres, antes de salir a hacer de las suyas, pedían la “bendición” de las mujeres.
Con las personas más pobres
Pueblo de Dios nació para contar la acción de la Iglesia entre las personas más pobres. Durante estos 30 años de vida no nos hemos quedado en la oscura superficie de las situaciones de pobreza. Hemos querido denunciar las causas injustas que la provocan, respetar la dignidad de las víctimas de esa exclusión, dar la palabra a quienes están comprometidos en esa lucha y abrir las puertas a la esperanza.
En muchas ocasiones, nuestros reportajes han dado fe de que las ayudas económicas y los proyectos de desarrollo impulsados por ONG y congregaciones dan su fruto. Sobre todo, porque quienes se encargan de que se cumplan son los misioneros y misioneras, implicados hasta el límite con la gente más empobrecida.
Reconozco que las cifras macroeconómicas no son nuestro objetivo, sino los seres humanos que hay detrás de esos datos. Recorriendo el mundo hemos intentado demostrar que el actual modelo de desarrollo es insostenible porque genera una gran crisis económica, social y ambiental. Recuerdo reportajes, especialmente en la selva amazónica, que es uno de los lugares donde el planeta se está jugando su futuro, donde hay más intereses económicos depredando y donde el trabajo de denuncia de algunos misioneros está siendo más profético…y más arriesgado.
Esa crisis también la hemos querido retratar dentro de nuestras fronteras. No hemos tenido que ir muy lejos para plantar nuestra cámara y grabar las evidencias de un sistema que está dejando en sus márgenes a muchos de nuestros conciudadanos. Hemos entrado en parroquias y en proyectos de Cáritas y congregaciones religiosas donde se está batallando a diario contra la crisis y recogiendo a quienes esta batalla social y económica va hiriendo.
Con los misioneros y misioneras
La verdad es que si algo ha caracterizado nuestro programa ha sido la galería de misioneros que se han convertido en guías, compañeros de aventuras y protagonistas de nuestras historias. España, todavía, sigue siendo la primera potencia mundial en misioneros: hay 14.000 repartidos por los cinco continentes.
Las personas entregadas a la misión con las que nos hemos encontrado son esos otros “Españoles por el mundo”. Queridos y apreciados por la gente con la que comparten su vida y a quienes impulsaron a transformar su realidad. El compromiso ha llegado tan lejos que muchos perdieron su vida por el camino y otros siguen estando amenazados. Recientemente, acabamos de emitir un reportaje sobre José Luis Azcona, el obispo de Marajó que está en la lista negra de las mafias brasileñas por haber denunciado el tráfico de personas en la desembocadura del Amazonas.
Y ellos y ellas son, para mucha gente, la única certeza de que Dios no olvida a nadie y menos a quienes viven en los abismos de la escasez y de la falta de oportunidades. Por eso, Pueblo de Dios ha mostrado su labor en estas tres décadas.