“El referente de la revolución tiene que ser superado por un humanismo mucho más integral”

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254portada2-2.jpgMaría López Vigil (Cuba, 1944) es teóloga, periodista, escritora y una de las directoras de la revista Envío de la Universidad Centroamericana (UCA) en Nicaragua. Actualmente vive en Managua y tiene pasaporte cubano, español y nicaragüense. Fue religiosa teresiana y es autora, junto a su hermano José Ignacio López Vigil, de libros y series radiofónicas siempre provocadoras como Un tal Jesús y el recientemente publicado Otro Dios es posible. Es directa, clara y dice lo que piensa sin tapujos. Gran conocedora de la realidad nicaragüense nos cuenta, con motivo de 30º aniversario de la revolución sandinista, su visión sobre los principios de la revolución y la actual situación social, política, económica y humana de Nicaragua.

La revolución Sandinista de 1979 enseñó a mirar la vida, a pensar y a construir otra Nicaragua. Treinta años después, ¿cuál es el legado de la revolución que pervive en la sociedad actual nicaragüense?

Pervive aún un sentido de dignidad nacional y de dignidad personal por el que apostó la revolución. La revolución dio a muchos pobres un poder y una dignidad que no conocían y ni siquiera imaginaban, politizó a todo el pueblo y comenzó a abrir al mundo a un país que hasta entonces sólo había sido una finca en manos de unos cuantos capataces. Nicaragua dejó de ser “la finca de Somoza” para convertirse en un pequeño país con ambiciosos sueños de libertad y con un proyecto de transformación social. El recuerdo de aquel “salto” histórico pervive en quienes contribuyeron a él y en quienes lo experimentaron como algo nuevo y bueno. La revolución sandinista ha sido el acontecimiento más trascendental de la historia de Nicaragua y tal vez de Centroamérica. Pero no sería justa si no viera el otro lado de esta historia. Cómo la revolución fue durante la mayoría de sus años sinónimo de guerra y cómo, la dirigencia revolucionaria, actuó en muchas ocasiones de forma autoritaria y despótica. Esos años significaron para muchos pobres dolor, muerte, escasez y abusos del poder.

¿Qué cambios sociales supuso para la mujer el triunfo de la Revolución?

Las mujeres, como el resto del pueblo, tuvieron acceso a más salud y a más educación. Ese fue el principal logro que alcanzaron. Ocuparon algunos nuevos espacios, incidieron en algunas políticas y comenzaron a hablar. Participaron, junto a los hombres, en otras tareas relacionadas con la comunidad, pero casi siempre en posiciones subordinadas. El espacio que quedó más intocado por la revolución fue el espacio privado. La lucha por la justicia y por la dignidad que vanguardizaron los hombres no penetró por las puertas de las casas. Un hombre, un dirigente, un militante, podía ser luchador por la justicia y la liberación en calles y tribunas y en su casa podía ser un perfecto opresor. La conciencia de género que alcanzaron las mujeres sandinistas no encontró lugar en las estructuras del FSLN. Pero, de las semillas sembradas, hoy el movimiento de mujeres nicaragüenses florece de forma autónoma y espontánea en los rincones más inesperados del campo y de los barrios.

¿Cuándo se truncaron los principios de la revolución?

Creo que no hay “un momento”. Fue un proceso. Los principios, de hecho, no se han truncado. Dignidad nacional y justicia social son las banderas históricas de Sandino y fueron y serán principios de la democracia a la que hoy aspiramos en Nicaragua. No se truncan las banderas, las traicionan las personas. Algunos de los dirigentes de la revolución abandonaron los principios por los “finales”: una vida de lujos y privilegios. Ya en los años 80 así actuaban algunos, pero o no lo sabíamos o no lo queríamos saber… Más generalizado fue el abandono de los principios en 1990, cuando la revolución fue derrotada electoralmente. Otro hito de este proceso de descomposición fue en 1998, cuando Daniel Ortega y su círculo, que ya controlaban el Frente Sandinista, hicieron un pacto político con el entonces Presidente de la República, Arnoldo Alemán. Esto se tradujo en una reforma constitucional y electoral y en la apropiación de todas las instituciones del Estado por personas sumisas a ambos caudillos. Desde entonces una total falta de ética se apoderó del Frente Sandinista.

¿Qué principios de la revolución siguen presentes en el actual Frente Sandinista?

El Frente Sandinista que hizo la revolución y atrajo tanto respeto y admiración de todo el mundo ya no existe. Lo que hoy hay de aquello son escombros, aun cuando los símbolos -colores, canciones, consignas, algunos dirigentes- sean las mismas de entonces. Eso confunde a muchos, fuera de Nicaragua y también dentro de Nicaragua. El Sandinismo, que es una forma de pensar a Nicaragua, está vigente en mucha gente. ¿Cuánta? Difícil calcular. Lo que hoy queda bajo la cáscara de apariencias que es el Frente Sandinista no es ya Sandinismo, es sólo Danielismo y Orteguismo. Daniel Ortega construye un poder familiar. Está repitiendo el Somocismo, una dictadura dinástica, autoritaria y represiva. Su esposa, Rosario Murillo -jefa de Estado y Presidenta real del país-, ha convertido sus caprichos y venganzas personales en políticas públicas. El resultado es un país polarizado, donde se están abriendo las heridas de la guerra que comenzaban a cerrar y a cicatrizar.

Personas que formaron parte de las filas del Frente Sandinista y que lucharon bajo la bandera roja y negra se han desligado para defender los principios de la revolución con una nueva voz, en el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), ¿qué valores de la revolución desea rescatar esta nueva opción política?

La dignidad nacional y la justicia social, las banderas de Sandino. El MRS añade a esas banderas históricas las de la democracia y la libertad. Con mucha frecuencia las revoluciones de izquierda no respetan la democracia ni garantizan la libertad. Actúan con autoritarismo, paternalismo y mesianismo, con la noción de que es la “vanguardia” la que sabe lo que el pueblo quiere y lo conduce y lo interpreta. El MRS apuesta por la construcción de una nación con equidad social, con dignidad nacional y con institucionalidad democrática, donde las leyes sean justas y donde nadie esté por encima de las leyes.

Dos años después de que Daniel Ortega haya ganado las elecciones, ¿qué es lo que ha cambiado en Nicaragua?

Los cambios han empeorado la situación. Hay más pobres e indigentes, más desempleados y más nicaragüenses que buscan futuro emigrando a Costa Rica. Daniel Ortega pidió a la gente que le diera una “segunda oportunidad” para gobernar un país sin guerra. Un 38% de la población votó por él y le dio esa oportunidad. El resultado es un país “en guerra”, ya no militar sino social. Un país cada vez más polarizado. El modelo macroeconómico es puramente neoliberal: el presupuesto es prácticamente el de los gobiernos anteriores, organizado según las prioridades y las condiciones del FMI. El gobierno ha mostrado una sensibilidad social que traduce en una serie de programas de corte asistencialista y con objetivo clientelistas: créditos a intereses muy bajos, animales y semillas en el campo para las mujeres más pobres… La matrícula en las escuelas y la atención en la salud pública volvieron a ser gratuitas, lo que es muy positivo, aunque la escasez de medicinas no se ha resuelto. El gobierno trata de contraponer los derechos sociales a los derechos civiles y políticos, trata de vendernos la idea de que el precio de una cierta mejoría social de los más pobres es la renuncia a la libertad de todos.

¿Cómo valora las acusaciones de injurias de Ernesto Cardenal por manifestar libremente su opinión sobre el presidente Daniel Ortega?

Es una más de las torpezas políticas del gobierno Ortega-Murillo. Con ellas pierde mucho, tanto nacional como internacionalmente, y no gana nada. Es una señal de su mezquindad y de su ambición por controlarlo todo. El gobierno Ortega-Murillo ha injuriado no sólo a Ernesto Cardenal. La lista de los injuriados y atropellados por la propaganda oficial, por los tribunales, por las instituciones y por los medios gubernamentales, es larga. En ella está el cantautor nacional Carlos Mejía Godoy, la defensora de derechos humanos Vilma Núñez de Escorcia y el periodista Carlos Fernando Chamorro. Decenas de personas que trabajan por el bien común de los nicaragüenses sufren hoy la injusticia de esta avalancha autoritaria.

¿Qué valoración hace de las relaciones de la actual cúpula de la Iglesia Católica en Nicaragua con el gobierno de Nicaragua?

Daniel Ortega hizo desde hace unos cinco años una alianza estrecha con el Cardenal Miguel Obando. Como Ortega controla los tribunales, lo mantiene como rehén y alimenta la vanidad de Obando, le garantiza protagonismo. Esto se aprecia más desde que Obando dejó de ser arzobispo de Managua y tiene actualmente un cargo en una estructura gubernamental, una Comisión de Reconciliación.

Con el resto de los obispos la relación es menos estrecha. A partir del colosal fraude electoral en las elecciones municipales de noviembre de 2008, organizado por Ortega y ejecutado por el Poder Electoral, la relación con los obispos y con el clero ha entrado en crisis. Los obispos en pleno pidieron una revisión de las actas de escrutinio y denunciaron el fraude. Pero sin duda el “obsequio” más valioso que la pareja presidencial le ha hecho a la jerarquía católica fue la penalización del aborto terapéutico.

Los principios de la revolución, ¿qué esperanza aportan para el futuro?

El futuro de Nicaragua es muy incierto, no hay salidas de corto plazo para un país tan empobrecido y con atrasos tan graves. El mundo de hoy es cada vez más complejo y el ritmo de los cambios es acelerado. Nicaragua se está quedando atrás. El cortoplacismo de su clase política, la falta de competitividad de su debilísimo aparato productivo, su falta de institucionalidad, la incapacidad de acumular experiencia, la corta memoria de la población, la resignación religiosa que alimenta tantas decisiones, pueden hacer de este país un país “fallido”. Creo que el referente de la revolución y sus principios tiene que ser superado por el referente de un humanismo mucho más integral que aquel por el que apostamos en los años 80.

Autoría

  • Alandar

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