Abdou Karim Sall es senegalés, tiene 45 años y preside la asociación de pescadores de Joal Fadiouth, una pequeña localidad en el litoral africano. Nació en una familia de pescadores con la que aprendió a utilizar las artes de pesca desde muy joven. Ahmadou Ould Beyih preside a sus 68 años el comité de pescadores de Nuadibú (Mauritania) y conoce en profundidad la historia del sector pesquero de su país. Los dos han sido testigos, como tantos otros pescadores africanos, de la continua disminución de sus capturas y de la destrucción de los ecosistemas marinos.
Abdou y Ahmadou han estado en España. Vinieron con Greenpeace para explicar, de primera mano, el impacto devastador que las prácticas destructivas que la flota pesquera europea tiene en las costas de África occidental. Pudieron intercambiar experiencias con pescadores artesanales gallegos y reunirse con responsables políticos para denunciar las consecuencias que la sobrepesca europea tiene en sus comunidades. También se encontraron con representantes de grandes superficies, cuya política de compras juega un papel fundamental, ya que son responsables de la venta de casi el 70% del pescado que se consume en España. Su viaje con Greenpeace les llevó también a otros países europeos y a Bruselas donde se encontraron con la Comisión Europea.
“Muchos días salgo con mi barca y vuelvo sin nada. Si seguimos así, en 10-15 años no tendremos más pesca. ¿Qué vamos a comer después?”. Con estas palabras Ahmadou describe la situación que están viviendo muchas familias y comunidades africanas que han tenido en la pesca artesanal su medio de vida y su principal fuente de alimentos. Ahora todo ha cambiado y Ahmadou sueña con que los barcos extranjeros abandonen las aguas de su país.
África nos alimenta
Los países de África occidental tienen algunas de las zonas de pesca más ricas del mundo y, sin embargo, su seguridad alimentaria está amenazada. De hecho, en África subsahariana el consumo de pescado está descendiendo.
La pesca artesanal que practican las comunidades locales no puede competir con la flota industrial altamente tecnificada que opera en sus aguas. Buena parte de estos barcos provienen de la Unión Europea, cuya flota, después de esquilmar la pesca en las aguas comunitarias, ha ido ampliando su presencia en aguas internacionales y de otros países.
La respuesta de la industria pesquera al agotamiento de los stocks ha sido invertir en tecnología para aumentar sus capturas. El resultado es un saqueo de los mares que supera con creces la capacidad de las poblaciones de peces para recuperarse. La pesca se agota de año en año, amenazando la seguridad alimentaria de cientos de millones de personas.
En la actualidad, la flota de la Unión Europea tiene un alcance global y opera en aguas de algunos de los países más pobres del mundo. Los gobiernos de estos países venden los derechos de pesca en sus aguas a flotas extranjeras para obtener divisas. Pero estas flotas llevan sus capturas a puertos alejados de África, de manera que las comunidades locales no obtienen ningún beneficio sino que son las grandes perjudicadas al desaparecer la pesca de sus aguas. Privadas de su fuente de ingresos, muchas familias se ven empujadas a la pobreza y con frecuencia obligadas a abandonar sus hogares.
La mayoría de los buques europeos que faenan en África occidental son arrastreros (más de dos tercios son españoles). La pesca de arrastre es altamente destructiva ya que, además de arrasar los fondos marinos, captura en sus inmensas redes muchas especies de peces que carecen de interés comercial y que, muertos o moribundos, son devueltos al mar como meros “descartes”.
La política pesquera de la Unión Europea
La Política Pesquera Común (PPC) es la normativa que regula cuánto, cómo y dónde pueden pescar las flotas de los diferentes países de la Unión Europea. En el contexto de la PPC, los contribuyentes europeos pagamos 158 millones de euros a terceros países para garantizar el acceso a sus aguas y a sus recursos pesqueros. La industria de la pesca solo paga 33 millones de euros adicionales por las licencias de acceso.
La Unión Europea está ahora revisando su política pesquera. La reforma entrará en vigor en 2013 y su resultado tendrá impacto en las pesquerías de todo el mundo, en el medio de vida de millones de personas y en la seguridad alimentaria de algunas de las comunidades más pobres.
La Unión Europea tiene que aprovechar este proceso para reducir la presión sobre sus stocks y sobre los de otros países con el objetivo de que las poblaciones de peces puedan recuperarse. Tiene que reducir el exceso de capacidad de su flota pesquera altamente tecnificada, adaptar el volumen de capturas a los datos científicos sobre el estado de las pesquerías, evitar los métodos más destructivos (como el arrastre en profundidad) e incentivar la pesca selectiva. También tiene que poner coto a la pesca pirata y asegurar que las ayudas comunitarias se destinan a un modelo de pesca sostenible y no a la esquilmación de los mares. Todo ello asegurando la transparencia en la toma de decisiones y en la asignación de subvenciones para que nuestros impuestos no se destinen a financiar la destrucción de los océanos.
El momento es crucial, es mucho lo que está en juego. También las esperanzas de miles de pescadores que, como Abdou y Ahmadou, sueñan con ver un día cómo los barcos industriales salen de sus aguas y sus pequeñas barcas pueden volver de nuevo a puerto cargadas de pesca como antaño.
El saqueo de las aguas africanas
el comercio justo osolidario o economìa social es lo que nos queda, pero no se està dispuesto acambiar de modelos de desarrollo, europa sigue siendo parte de màs de lo mismo y los que pueden y deben hacerla difrencia,deben hacer propuestas ,màs que protestas,pasar de la reinvicaciòn a la acciòn, dentro de su paìs y con lod grupos que propicien cambios, tienen còmohacerlo.saben còmo hacerlo y tienen comundades de base y grupos para hacer una economìa distinta. Es una tarea que europa puede seguir , ya en algunas parte de Amèrica se hace.Otra economìa es necesaria, por supuesto que es posible.