Líbranos del mal

nortesur2a.jpgY líbranos del mal. Amén…”. La Misa había empezado hora y media antes, a las 7.30 de la mañana. La gente fue llegando lentamente y fue buscando su acomodo en los patios de la Parroquia de Notre Dame de la Medaille Miraculeuse, en el distrito de Tabarre, al Este de Puerto Príncipe. Muchos traen sus sillitas o banquitos. En la Iglesia no cabrían; pero, además, nadie quiere todavía estar en un espacio cerrado, recordando su experiencia del terremoto del 12 de enero pasado. Los hay de todas las clases sociales. Algunas señoras, pocas, lucen pamelas de ésas de ir de boda; otras, vestidos blancos o rabiosamente floreados, como los de las películas de ambientes coloniales. La mayoría, sin embargo, viste sencillamente. Bastantes fieles, que aún viven en los campos de desplazados, tienen ropas sencillas pero muy limpias, aunque no me explico cómo pueden lograrlo…

Todo se hace lentamente: Las lecturas, las oraciones, los cantos… ¿Cantos? Creo que conté 19. Hoy eran responsabilidad de un nuevo coro de niños, niñas y adolescentes creado por el Padre Fredy (en la Parroquia hay seis o siete coros más, de niños y adultos); pero cuando ellos han iniciado el canto, toda la gente les sigue, y a los pocos segundos una hermosa melodía polifónica con ritmos afrohaitianos sube entre los árboles del patio y se va perdiendo entre el cielo azul claro.

Y líbranos del mal. Amén”. Pero yo seguí rezando. No se si es legítimo pedirle a Dios estas cosas…; ni siquiera se si es legítimo pedirle algo a Dios, salvo lo que aparece en el Padre Nuestro (¿no nos puso Él en el mundo para transformarlo?). Pero hoy seguí pensando en el “mal”, y seguí rezando: “Líbralos, Señor, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial; líbralos de las Conferencias que dicen que van a solucionar sus problemas, sin siquiera consultarles; líbralos de los marines que otros mandan a protegerlos, sin que ellos lo hayan pedido; líbralos de los Medios que venden y lucran con su dolor; líbralos de los préstamos “en condiciones ventajosas” y de las donaciones financieras de los poderosos, que son fuente de muchas dependencias y esclavitudes políticas y económicas; líbralos, Señor, de los acuerdos comerciales que agobian su precaria economía y los hunden aún más en la miseria, bajo la bandera de la sacrosanta libertad de comercio… Líbralos, Señor”.

Mi oración, quizá poco ortodoxa, se vio interrumpida por varios apretones de manos que me deseaban la paz.

Una suave brisa aminora el calor. El sacerdote dialoga constantemente con la gente, que está enganchada en la ceremonia. Muchos cierran los ojos cuando rezan, o cuando escuchan las lecturas o la predicación; llevan el ritmo de las canciones, en suaves movimientos que esbozan una ingenua sensualidad; elevan los ojos y las manos al cielo, aplauden… Una niña de unos 10 años, que está a mi lado, cierra los ojos y parece estar en profunda reflexión mientras recita el Credo; tanto, que pareciera entenderlo…

La Misa ha tardado dos horas, y nadie parece haberse cansado, ni siquiera los niños (ni un solo llanto se ha escuchado en toda la celebración). Todos parecen muy tranquilos y relajados. No puedo menos de preguntarme por qué vienen a este acto todos los domingos. ¿Para ocupar unas horas de su ociosidad dominical? ¿Para fortalecer su autoestima con el sentido de pertenencia a un colectivo importante? Tal vez. Pero, sobre todo, creo que es un pueblo con una honda espiritualidad. Lo leo en la dinámica litúrgica que he presenciado y en esa paz interior que asoma en sus ojos y sus actitudes…

Los chomekó de Caradeaux

El campo de desplazados de Caradeux se encuentra en Demas, un populoso barrio al este de Puerto Príncipe. Se fue formando espontáneamente por familias que habían perdido sus casas en el terremoto del 12 de enero. Hoy ellos mismos calculan que son entre 1.000 y 1.500 familias. Precisamente en estos momentos el Comité del Campo está levantando un censo, porque algunas familias se han ido (con algunos familiares, a otros campamentos con mejores condiciones…); pero también llegan nuevas familias.

La mayoría de las tiendas están hechas con palos, pedazos de sábanas, cartón… Otras tienen lona más consistente. Algunos están construyendo su casa “a dos aguas” con frágiles postes, alambres y plásticos. La mayoría de ellos no tienen trabajo. Tampoco lo tenían antes del terremoto. Entre ellos hay varios maestros, y algunos pocos tienen carrera universitaria, pero tampoco tienen trabajo. ¿Cómo vivían antes del 12 de enero? Son “chomekó”, o “chiriperos”, como les dicen en la vecina República Dominicana, cuyo significado etimológico es fácil de entender: Simplemente viven “de lo que sale”: Hoy cargan o descargan un camión; mañana limpian una casa, o arreglan un jardín, o venden unas frutas, o lavan la ropa de una familia…

El P. Fredy Elie nos explica que el campo está “apadrinado” por la Congregación de la Misión (Padres Paúles), que obtienen recursos de sus comunidades en Puerto Rico para apoyar a los desplazados con alimentos, tiendas de campaña, medicinas, depósitos de agua que de vez en cuando vienen a llenar los camiones…

El Comité está tratado de dar cierta normalidad a la vida del campamento. Hay comisiones de agua, higiene, educación, seguridad… “Cuando aquí se distribuyen alimentos, explica el Padre Fredy, todo se hace en orden y calma, sin problemas. En otros lugares, donde no hay organización de la gente, hasta tiene que ir la policía o la Misión de la ONU. Aquí el Comité organiza todo y hay seguridad”.

nortesur2b.jpgLos terrenos donde están instalados pertenecieron al expresidente Aristide, pero ahora son propiedad del Estado y ya han avanzado gestiones con la Alcaldía para que sean adjudicados legalmente a esta nueva comunidad. “Algún día, sueña el P. Fredy, aquí habrá una escuela, un centro de salud, una iglesia, un centro para las mujeres… De momento, construyen una modesta nave, con unos postes de madera y láminas de cinz, que sirva como centro de reuniones, de distribución…, el centro neurálgico de esta comunidad improvisada, cuya provisionalidad nadie puede decir cuando terminará.

Para colaborar con Manos Unidas
CAJA MADRID
Cta. Nº 2038 0603 28 6001036580 “Emergencia Haiti”

* Waldo Fernández, trabaja en Manos Unidas y en el mes de marzo viajó a Haiti, para ver el impacto del terremoto sobre la zona. Durante su estancia, envío diversas crónicas del impacto que lo que estaba viendo le causaba. Estas son dos de ellas.

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