Siempre he defendido que en África no existen conflictos que estén originados por las diferencias religiosas, raciales o étnicas. Pienso que detrás de la violencia solo hay razones económicas o geopolíticas. Los países más desarrollados (a los que se une China en la actualidad) necesitan asegurarse el acceso a las materias primas que les son imprescindibles para mantener sus industrias y su nivel de vida. Muchos de estos recursos naturales se encuentran en África y los países occidentales no reparan en medios, lícitos e ilícitos, para controlarlos, incluyendo la promoción y el mantenimiento de la guerra, si es necesario.
Se habla de minerales de sangre, ya que su adquisición está relacionada con la violencia y la violación de los derechos humanos. Para que en occidente podamos disfrutar de aparatos electrónicos, por ejemplo, miles de personas tienen que morir o vivir en situaciones de esclavitud en África. El contrabando de estas materias primas va siempre unido al tráfico de armas y a oscuros intereses comerciales.
Los ataques a iglesias cristianas en el norte de Nigeria durante las pasadas fiestas de Navidad parecen cuestionar esta teoría. Los atentados, que provocaron decenas de personas muertas y heridas, han sido reivindicados por el grupo islamista Boko Haram, al que también se atribuye haber dado un ultimátum a todos los cristianos y cristianas que viven en el norte del país para que lo abandonen. Al menos esto esta es la información que nos transmiten los medios occidentales, que, como siempre que se trata de África, se quedan en la superficie, echan mano de los tópicos y no profundizan en las causas. De lo cual se quejan muchos periodistas y escritores africanos.
En el caso de Nigeria, que nos puede servir de ejemplo, los problemas de convivencia entre los distintos grupos étnicos y religiosos provienen de la época colonial. Gran Bretaña implementó en sus colonias la técnica de divide y vencerás. Así se aplicaron leyes que confinaban a cada grupo étnico en un barrio concreto en las ciudades. En el norte, las personas provenientes del sur del país eran obligadas a vivir en los barrios de extranjeros (sabon gari). Igual sucedía en el sur con las personas provenientes del norte, que eran recluidas en los allí llamados gariki. Hausas, Yorubas, Igbos, Oonis, Obas, que durante siglos habían convivido y compartido espacios comunes, fueron obligados a separarse y a establecer fronteras entre ellos, por ley.
Adquirida la independencia en 1960, las compañías petroleras volvieron a utilizar la táctica del divide y vencerás para defender sus intereses comerciales, provocando y financiando la guerra de Biafra (1967-1970). La petrolera francesa ELF incitó y financió la separación del sur para hacerse con el control de los pozos petroleros en detrimento de Shell, que apoyó al norte. Grandes matanzas de “extranjeros” y limpiezas étnicas se dieron durante un conflicto que terminó el mismo día en que las dos compañías enfrentadas firmaron un acuerdo de reparto de beneficios en un hotel de Paris.
Ahora, en Nigeria hay una disputa por el uso de la tierra y del agua entre agricultores y ganaderos, que están siendo manipulados para provocar el caos. Tras años de fomentar la división es fácil utilizar cualquier elemento diferenciador, como la religión, para encender pasiones.
Por eso, hablar en África de conflictos étnicos o religiosos es hablar solo de lo que es obvio, profundizando en el estereotipo y el tópico, sin querer entender lo que realmente sucede en el continente.