
En mi barrio, a escasas dos calles de donde vivo, apareció hace cierto tiempo este mensaje en la acera, justo a la salida de un edificio de viviendas, y ahí sigue, sin que nadie lo borre ni lo tache. Lo más probable es que alguien lo escribiera para que sea lo primero que vea otro, otra alguien cuando pone un pie en la calle.
Ahora no ponemos pie en la calle, pero no paramos de ver – con todos los sentidos- este mensaje. Nuestras calles –las virtuales y las otras- se han llenado de declaraciones de amor: redes vecinales, preguntas y respuestas, saludos, ofrecimientos de ayuda y peticiones de asistencia, que en el amor tan importante como ofrecer es pedir.
No podemos abrazarnos, pero cuántas muestras de cariño, de “me importas”, de “aquí me tienes”, de “si quieres, te traigo el pan”, de “¿sabes algo de la vecina del 3º izquierda?”. Y así todo el rato, rodeadas de declaraciones de amor vecinal.
- El mapa de la hostilidad urbana contra las personas sin techo - 27 de marzo de 2023
- Una ley para hacer frente al sinhogarismo con perspectiva de derechos - 21 de febrero de 2023
- Los pobres pagan el festín climático - 22 de diciembre de 2022