Como cierre del último número impreso de Alandar, les ofrecemos una exclusiva mundial que hemos estado persiguiendo durante gran parte de los 37 años de la publicación: una entrevista con la Tortuga Alandar, que ha acompañado la vida de la publicación y que -ojo al dato- piensa seguir haciéndolo en su etapa digital.

No ha sido fácil pillarla.
Bueno, las tortugas somos de naturaleza tímida y tendemos a refugiarnos en nuestro caparazón, como bien sabe. Además, el mundo va muy rápido, y ustedes los periodistas siempre andan corriendo para acá y para allá y, con tanta prisa, a veces se les pasan las cosas.
Ya… En fin, quería preguntarle cómo debo dirigirme a usted. Hay gente que la llama Tortuga Alandar sin más, otra que en un momento dado se refería a usted como Tortuga Lentilla Alandar… Es algo que me genera dudas.
Bueno, todos somos conocidos de diversas maneras para los otros seres vivos con los que nos relacionamos. Mire la humanidad, por ejemplo. El resto del planeta a veces la llama “ese virus de dos patas”. Mi pareja me llama Turti y mis amigos Lenti, pero creo que usted puede llamarme Tortuga. Así tenemos un equilibrio entre lo formal y lo cercano.
Me parece excelente, estimada Tortuga. Quería que me explicase un poco las circunstancias de su nacimiento.
Es una pregunta que me pone un tanto melancólica, porque mi creadora, la increíble Pilar Barbazán, nos dejó hace cinco años. Estuvo en Alandar desde casi los inicios de la revista y fue una gran luchadora por un mundo más justo, fuera cual fuera el sombrero que llevase puesto: artesana, teóloga, activista, periodista… Era una verdadera fuerza de la vida.
Siento haberle puesto triste. No conteste si no quiere, pero estoy seguro de que muchos lectores sienten curiosidad acerca de las circunstancias de su nacimiento.
Bueno, la tristeza forma parte de la vida. Más aceptación y menos Prozac, señores y señoras. Las circunstancias… Evidentemente yo no las recuerdo del todo bien. Era muy joven, claro, jajaja. Pero Pilar y otros buenos amigos de Alandar me contaron que, como todo lo que tiene que ver con las tortugas, mi proceso de alumbramiento fue lento. Se empezó a hablar de una tortuga como símbolo de Alandar casi desde los inicios de la revista, en 1983. Pilar Barbazán hasta me dibujó y me esculpió una escultura de papel maché con hojas de la revista. Una especie de ecografía 3D de las que se llevan ahora, vaya, pues ella era una adelantada a su tiempo. Sin embargo, no fue hasta enero de 1988 en que me convertí en chica Alandar y empecé a aparecer en la portada de la revista. Totalmente desnudita, ¿sabe? Mucho mejor que la Marisol en Interviú. !Dónde va a parar!
Y, dígame, ¿qué supone para usted haber sido la mascota de Alandar durante tantos años?
Pues, indudablemente, ha sido un gran honor. Creo que puedo decir que ha sido la razón principal de mi vida. Bueno, sigue siéndolo. Me ha costado mucho llegar hasta aquí (ya sabe que las tortugas caminamos despacio, aunque seguras) y no pienso dejarlo, quiero seguir caminando.
Bueno, esa es una excelente noticia. Entonces, ¿vamos a poder seguir contando con su presencia protectora en la nueva etapa de la revista, en la era digital?
Cómo son ustedes los periodistas… Les gusta mucho eso de los acontecimientos históricos, las nuevas etapas y las nuevas eras… Las tortugas sabemos que las cosas importantes van despacio y que lo importante es seguir caminando con paciencia. ¿Recuerda usted el relato de Eduardo Galeano sobre la utopía? Sí, ese que dice que cuando parece que nos acercamos a ella se aleja y que concluye que la utopía lo que sirve es para caminar. Pues eso, que pienso seguir caminando con ustedes -o vosotros, como quieras, que voy entrando en calorcito humano y cogiendo confianza-.
Entonces, ¿puedo llamarte Turti?
Joven, tampoco hay que pasarse, que esta es una entrevista seria para un medio serio. Si se pone así, volvemos a tratarnos de usted.
No, no, querida Tortuga, dejémoslo en el tú, que creo que es más cariñoso y que refleja más tus sentimientos hacia la revista.
Así es. Siempre me he sentido muy cerca de la gente de Alandar, especialmente de la gente que trabaja en la cara oculta de esta luna. Gente como Ana, Amalia o Quechu, que han cuidado de las tareas administrativas. O como Salva y Pilar, que han cuidado de las financieras… Y, por supuesto, sus suscriptores, que son una de las comunidades más fieles que conozco. Y me ha hecho mucha ilusión que mi efigie estuviese presente en las entregas de premios, que encabezase la página web y la cabecera de la revista. Me ha hecho sentirme parte… bueno, sentirme parte de una comunidad, que creo que es lo único que nos puede salvar en esta sociedad tan individualista que habéis creado últimamente los seres humanos. Deberías repensar eso un poquito.
Creo que tienes toda la razón, Tortuga. Esa ha sido siempre la intención de Alandar, ponerle algo de comunidad, humanidad y esperanza a la vida, incluso cuando los tiempos son grises y oscuros, como estos últimos meses.
Lo sé, lo sé. Y déjame decirte algo al respecto, por si os sirve. Mira, las tortugas caminamos a ras del suelo. Eso nos sirve para no perder contacto con la realidad y para no perder la cabeza con ambiciones desmedidas. Tenemos mucha dignidad, pero poco ego, se podría decir. Por otro lado, como te comentaba, vamos lentas, pero seguras. Sabemos que la prisa no es buena para las cosas importantes, que los buenos guisos se cocinan lento y que los verdaderos logros en la vida requieren de paciencia y de sacrificio. Bueno, espera, que esa palabra de sacrificio no me gusta mucho, pues tiene connotaciones un poco oscuras… Pon mejor de abnegación, de tiempo de cultivo, de maduración. Sí, de maduración. Creo que esa es la palabra que refleja lo que quiero transmitir. Vamos, que como decía el otro, y perdón por el refrán militarista, “Zamora no se tomó en una hora”. Quiero señalarte también, y no me pongas esa cara de impaciente porque no te doy ningún titular, que una cosa que las tortugas hacemos mucho es mirar hacia adentro, meternos dentro de nuestro caparazón para pensar cómo caminar de acuerdo con nuestro pensamiento y nuestro sentimiento, obedeciendo a nuestro corazón y a nuestra razón. Eso es algo muy necesario en estos tiempos de tanto Twitter loco que nos despista y nos ofusca.
La verdad es que lo que dice son grandes lecciones para la vida.
¿Lo que dice? Pero si habíamos quedado en tutearnos, ¿no?
Ya, pero te has puesto en un plan pontifical que ni el Papa hablando ex catedra.
Mira, yo no creo tanto en las instituciones como en la vida. No creo tanto en el poder como en la autoridad. Aunque, ahora que mencionas al Papa, este que tenemos ahora me cae bastante simpático. Me parece un niño travieso buscándole las cosquillas a tanto cardenal con hábitos púrpuras de seda. Me gusta eso de que huela a oveja y de que busque estar junto al rebaño.
Hombre, eso del rebaño para referirse a la gente que intenta seguir a Jesús, no sé…
Es una metáfora hombre. ¿Veis como los periodistas os fijáis en lo accesorio y no en lo fundamental?
Ya… En fin, hablando de lo fundamental: ¿cómo ves la situación del mundo? Ya sabes, el coronavirus, la desigualdad, Donald Trump y demás.
Ufff… Qué pregunta tan compleja. Mira, yo solo soy una tortuga y lo que sé hacer es caminar a mi ritmo. Creo que lo que puedo decirte es que tenemos que seguir andando. Si me dejas ponerme un poco poética y citar a un cantautor cubano: “vamos a andar, en verso y vida tintos, levantando el recinto del pan y la verdad. Vamos a andar, atando el egoísmo para que, por lo mismo, reviva la amistad. Vamos a andar, hundiendo al poderoso, alzando al perezoso, sumando a los demás. Vamos a andar, con todas las banderas trenzadas de manera que no haya soledad. Vamos a andar, para llegar a la vida”.
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