Nadie pone a sus hijos en un bote…

Nadie pone a sus hijos en un bote… a menos que el agua sea más segura que la tierra.

Un cuenco hecho con restos de telas y otros materiales de los chalecos que traen los migrantes a las playas del Mediterráneo.

Guardo en mi casa, como un regalo preciado, un pequeño cuenco hecho con restos de telas y otros materiales de los chalecos que traen los migrantes que se adentran en las aguas mediterráneas y que, luego, se acumulan en las playas, unas veces porque han podido hacer su cometido salvavidas, otras veces porque acompañan a los cadáveres hasta la arena que esas personas soñaban segura.

Ese cuenco me lo regaló mi amiga Ángeles, activista comprometida, que cree que sólo desde el compromiso con las personas y sus causas es digno levantarse cada mañana. Ángeles, que no cree en ningún dios pero construye su vida para los otros, sabe que yo guardo y miro su cuenco como un sacramento de la vida, tal como hace años nos enseñó Leonardo Boff.

Ha sucedido de nuevo, seguirá sucediendo, en el Mediterráneo o en la frontera de Méjico con Estados Unidos. Han vuelto a morir cientos de personas, madres abrazadas a sus hijas e hijos han vuelto a morir como si sus muertes fueran un canon impenitente que se repite una y otra vez…mientras se cruza con otro canon -el de las explicaciones- que nadie cree, pero que las autoridades políticas necesitan para su descargo y justificación y la ciudadanía necesita para tener la dosis justa de dolor ante las imágenes y seguir experimentando la impotencia. Porque ¿qué podemos hacer?…

El pasado 13 de junio se hundió un pesquero en aguas del mar Jónico con cientos de personas migrantes a bordo y entra en las estadísticas como la mayor tragedia migratoria registrada en el país heleno. Aunque casi una semana después no se conocen las cifras exactas, una de las organizaciones humanitarias de la zona, Alarm Phone, afirma que el barco hundido transportaba a 750 personas con las que se perdió el contacto la noche del martes después de que solicitaran auxilio.

El resto de datos, las 106 personas rescatadas, varones procedentes de Egipto, Pakistán, Siria, Palestina…los hemos ido conociendo también.

Hecho el silencio para acompañar a las personas muertas, sus vidas truncadas y a sus familias destrozadas, nos queda una palabra y unas tomas de posición: la palabra es EVITABLES; las tomas de posición, las que cada una y cada uno queramos y podamos.

Que estas muertes son evitables lo sostienen cada vez más analistas, organismos internacionales y ONG.

Son evitables si las personas migrantes no temieran las actuaciones de los guardacostas que dan lugar a detenciones y devoluciones en caliente a Turquía o a Libia con empleo de la fuerza, agresiones y brutalidad.

Son evitables si, en lo que concierne a Europa, estableciéramos vías legales y seguras para migrar o solicitar protección internacional, lo que incluye la expedición de visados.

Vicent Cochetel, enviado de ACNUR para el Mediterráneo Central, ha pedido un sistema de búsqueda y rescate “robusto y predecible” a cargo de los Estados miembros de la UE. Parece que, actualmente, hay una oportunidad porque se percibe voluntad política por parte de la mayoría de los países y van superando la desconfianza existente entre ellos que se arrastra desde 2016. Pero no todos los países están en la misma línea: Polonia y Hungría rechazan la acogida de refugiados y abogan por políticas de puertas cerradas.

Sin embargo, el tema migratorio, a diferencia de otros, no requiere unanimidad en el Consejo de la Unión Europea.

En junio del próximo año habrá elecciones al Parlamento Europeo; por eso son muy importantes los resultados de las respectivas elecciones que hasta dicho mes se celebren en los países de la Unión Europea. En España, el próximo 23 de julio.  

Debemos estar atentos a las decisiones que se toman en el marco europeo, máxime cuando el 1 de julio nuestro país asume la presidencia de la Unión y la negociación relativa al nuevo Pacto Europeo sobre Migración y Asilo será uno de los mayores retos.

Autoría

  • Pepa Moleón Caro

    Soy pedagoga de formación y mi vida profesional la he desarrollado como funcionaria del Servicio Público de Empleo Estatal en ámbitos de Formación, Empleo y Cooperación. Me reconozco mujer feminista y creyente; he crecido en colectivos como Somos Iglesia, Mujeres y Teología, Redes Cristianas y ahora, especialmente, en la Revuelta de Mujeres en la Iglesia.  Vivo y comparto mi fe en una pequeña parroquia de Madrid. Actualmente soy presidenta de la Fundación Luz Casanova. Milito en el movimiento social por un Sistema Público de Pensiones.  Me preocupa y ocupa la sociedad: la desigualdad entre géneros, clases y países.  Me preocupa y ocupa la Iglesia: la ausencia de las mujeres en la reflexión, la experiencia compartida y la toma de decisiones, así como la liturgia desvaída y des-apasionada.

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