Cierre de oficinas, disminución de personal, reducción de fondos. Esto no solo está ocurriendo en toda España, también está pasando en distintos países con las Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD) españolas a partir de 2010, pero con mayor intensidad en los últimos meses.
La crisis ha originado recortes presupuestarios que atentan incluso contra derechos elementales como la salud, educación y trabajo. El rechazo e indignación se ve reflejado en las multitudinarias manifestaciones del pueblo español. Uno de los recortes con mayor impacto pero con escaso coste político ha sido el que ha llevado a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) a niveles de los años noventa. El presupuesto para 2013 rondará el 0’12% de la Renta Nacional Bruta, absolutamente alejado del bien intencionado 0,7% que España aspiró en algún momento a alcanzar como país desarrollado.
¿Cuál es el impacto real de este dramático recorte de la cooperación? Anular la contribución de España en la erradicación de la pobreza y desigualdad que afecta a millones de personas en el mundo, principalmente en países del sur como el Perú.
Nadia Ruiz, representante de ACSUR Las Segovias, cree que la incertidumbre sobre el futuro de la cooperación pone en peligro la continuidad del trabajo realizado por su organización en regiones de la sierra y selva peruana, en comunidades eminentemente rurales donde se interrumpirán procesos de ordenamiento territorial, de fortalecimiento de capacidades locales y de redes de promotoras de igualdad de género.
La cooperación española en Perú se ha dirigido a aquellos lugares donde el apoyo financiero y técnico ha sido -y continúa siendo- la única fuente para luchar contra la exclusión y la pobreza de poblaciones indígenas andinas y amazónicas, según Fernando Carbone, de Médicos Mundi Navarra. Su organización realiza esta labor desde hace más de dos décadas en las zonas más deprimidas del país donde, además, colaboran en dar forma a normas, estrategias y experiencias nacionales y regionales de salud y nutrición, por el alto índice de anemia y desnutrición infantil existente.
Trabajar por el desarrollo no es una tarea a corto plazo: los programas emprendidos por las ONGD requieren procesos mayores para obtener verdaderos cambios en la calidad de vida de las poblaciones vulnerables. Para Yván Vásquez, de Intermón Oxfam, organización volcada en la lucha por la justicia y la paz social en 43 países, los principales afectados serán “miles de campesinas y campesinos que se ven obligados a reducir sus cosechas porque se opta por los alimentos importados y por el riesgo de la pérdida de la propiedad de sus tierras. Miles de personas que ven incumplidos sus derechos por marcos legales que los vulneran y por un sector empresarial que basa su rentabilidad en el trabajo precarizado de estas”.
Aunque es lamentable, el rumbo de la cooperación española parece irreversible, por lo menos para varias organizaciones que han estado tomando medidas para evitar que la disminución de sus acciones sea todavía más dramática. Esto, según Clara Ruiz, de Entrepueblos, les ha llevado a “repensar la solidaridad” como asociación y volver a los orígenes. “Seguiremos, pero desde la militancia, tal vez sin equipo técnico o con un equipo técnico reducido, en nuestro trabajo de sensibilización, incidencia, generando espacios para la reflexión y la construcción de alternativas al modelo de desarrollo actual”.
Lo que acentúa la disminución de la ayuda en un país como el Perú es su denominación de país de renta media alta, basado en indicadores macroeconómicos. Estos indicadores se contraponen con aquellos que miden el desarrollo social, debido a las enormes brechas y desigualdades en las que viven grandes sectores de su población. Su índice de desarrollo humano (IDH) en 2011 fue de 0’725, un nivel de alto, pero cuando se ajusta este indicador con el factor de desigualdad, el IDH de Perú pierde su valor en un 23’2%, ubicándose en 0’557.
A la luz de estos datos, Fernando Carbone ve que “lo más doloroso de la disminución de la ayuda al desarrollo es que esta no afectará a quienes sí se han visto beneficiados con el crecimiento macroeconómico del país: como siempre, afectará a quienes generacionalmente siguen viviendo cada día en una mayor exclusión e inequidad”.
Otro de los frentes dañados es la defensa de los derechos humanos. Para Nadia Ruiz, el Perú todavía tiene una democracia débil y con grandes carencias en cuanto a gobernabilidad, ámbito en el que trabajan algunas ONGD españolas. “Desgraciadamente, la violencia sigue siendo una herramienta recurrente tanto para el Estado como para la población civil en la resolución de conflictos sociales, tal y como muestran las muertes civiles y de policías, constituyéndose en flagrantes violaciones a los derechos humanos, lo que amerita que siga habiendo un trabajo conjunto en este ámbito”.
La disminución de la ayuda le está quitando el impulso a muchos procesos emprendidos en pos del desarrollo de las poblaciones excluidas, por ejemplo en la defensa de los derechos de las miles de mujeres, poblaciones indígenas y campesinas, a quienes Entrepueblos lleva siete años ayudando a “empoderarse”, visibilizarse y exigir sus derechos en Perú.
Además de estos procesos de desarrollo, existen innumerables crisis humanitarias en los países más oprimidos del mundo. La cooperación española ha brindado apoyo en la mayoría de ellas, así como a los millones de damnificados de los grandes desastres ocurridos en los últimos años, el tsunami en Indonesia de 2004, el terremoto en Perú de 2007, el de Haití en 2010. Pero los recortes en la AOD se han dado en todos los frentes de forma inclemente. A ello responde con preocupación la Coordinadora de ONGD-España: “es imposible conocer a cuántas emergencias y desastres nos enfrentaremos cada año y mucho menos la magnitud e intensidad de los mismos, por eso es importante tener una partida presupuestaria amplia”.
España tiene una amplia y reconocida trayectoria como actor de cooperación en el mundo, ese ha sido su valor diferencial respecto al resto de países desarrollados: la solidaridad de su gente. El impacto de estos recortes no solo afecta a los que reciben la ayuda sino a la sociedad española, ya que se está permitiendo que esta sea poco solidaria e inconsciente de las relaciones geopolíticas entre su país y el resto del mundo. Tal como señala Nadia Ruiz, “es verdad que cada vez hay menos dinero: entonces cooperemos con menos pero manteniendo la proporción acordada y mejorando los mecanismos para alcanzar una mayor calidad. Reducir la cooperación no es rentable a nivel ético, sobre todo cuando se incrementan los presupuestos para cumplir los compromisos de adquisición de armas”.