Cuatro millones de muertes infantiles en 42 países podrían haberse evitado en los últimos diez años si se hubiera invertido el mismo esfuerzo en ayudar a los niños y niñas más pobres que en aquellos de familias con mejor posición económica. Esto significa que la media global de mortalidad infantil, que ha descendido un 28% durante la última década, es potencialmente engañosa porque enmascara la brecha que se abre entre la mortalidad infantil de las familias más ricas y la de las más pobres en muchos países. La muerte de niños y niñas no sucede al azar: el 99% tiene lugar en países en desarrollo y, dentro de este contexto, los niños y niñas con menos recursos son los que tienen menos probabilidades de sobrevivir. Actualmente, los Objetivos del Milenio no tienen en cuenta cuestiones de equidad. Dar prioridad a los más pobres es una de las formas más seguras para progresar en la realización del cuarto Objetivo. Sin embargo, hay un aspecto positivo y es que de los 68 países que deben reducir su tasa de mortalidad hasta 2015, 60 ya lo están haciendo.
Save the Children
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